EL AZABACHE EN EL CAMINO DE SANTIAGO
El material ha sido usado desde la prehistoria, otorgándosele una serie de propiedades fundamentalmente protectoras, que en diversas épocas se han unido a su transformación en determinadas formas de carácter defensivo, como la característica higa, figa o cigua. Pero sin lugar a dudas la historia del azabache peninsular y del asturiano en particular, está especial e íntimamente ligada al Camino de Santiago donde el carácter ornamental, religioso y supersticioso se vertía físicamente en la transformación del material en formas diversas. En este sentido, las peregrinaciones han supuesto durante siglos un canal fundamental de conexión cultural y comercial.
El símbolo más representativo de la iconografía ligada al Camino de Santiago es la vieira común, pecten jacobeus o concha de peregrino. La simbología atribuida a la concha es variada entremezclando significados religiosos y paganos, pero entre otros, es marcado su carácter protector en el viaje o contra el denominado mal de ojo. Es emblema del Camino ya desde el siglo XI y queda atestiguado por la localización de estos elementos en tumbas de peregrinos europeos.
Vieira común o Pecten jacobeus.
Fuente: Andrea Menéndez Menéndez
Concha de peregrino y manos de azabachero.
Ilustración en exposición de arte colectiva “ExpoPeregrina 2021”
Autora: Andrea Menéndez Menéndez
En el Liber Sancti Iacobi, siglo XII, se menciona su venta en la plaza de la fachada norte de la catedral de Santiago. Pero no debía de ser un comercio demasiado rentable puesto que al ser un producto natural apenas necesitaba de transformación, más allá de unos simples agujeros que permitiesen colgarla, o coserla a la ropa, y por lo tanto su precio debía de ser muy bajo. Incluso las conchas podían ser recogidas por los propios peregrinos en las playas, por lo que comienzan a elaborarse en otros materiales más rentables, principalmente pequeñas insignias de plomo y estaño. Nace ya un negocio rentable y surge el gremio de los Concheiros sujetos a las directrices y control del clero de la sede jacobea con la intención de preservar un monopolio eclesiástico.
Los primeros documentos donde se hace referencia a la actividad artesana del azabache en Santiago de Compostela datan de 1402, donde aparecen ya dos azabacheros como acreedores de unas deudas de un peletero. En el siglo XV la cofradía azabachera es ya una de las más importantes de la ciudad junto cambiadores y plateros. Se conservan importantes piezas de azabache elaboradas en el siglo XIII por lo que la industria azabachera ya debía estar bastante asentada en la ciudad.
Los azabacheros en un principio se integraban en el Gremio de Concheiros, de la cofradía de Santa María, pero con su propio patrono, San Sebastián. A lo largo del siglo XIV el gremio azabachero crece absorbiendo al de los concheiros ya a principios del siglo XV. La constitución oficial de su cofradía data de 1412 y se conservan unas ordenanzas de 1443, en las que se recogen todo tipo de derechos y obligaciones y la regularización del oficio, así como directrices en cuanto a la procedencia, forma de talla y calidad del material. Las ordenanzas tratan de asegurar un monopolio respecto al oficio y es variada la documentación relativa a pleitos y quejas a la Corona para proteger dicho monopolio Santiagués, de alta rentabilidad, que exigía el uso en exclusividad a sus cofrades del azabache asturiano y que veían peligrar sus ganancias por el trabajo de otros materiales de otras procedencias o materiales de otra naturaleza que podían engañar al peregrino. Para evitar confusiones los azabacheros no podían vender elementos de vidrio negro.
Durante el siglo XV y XVI se vive una época de esplendor del oficio con relación al Camino. Pero estos artesanos no solo vendían azabache, sino que eran pequeños bazares donde se vendían todo tipo de productos artesanos y recuerdos ligados al Camino realizados en otros materiales, mayoritariamente hueso, para la elaboración fundamentalmente de pequeños bordones; y elementos nácar, marfil, metales y en menor medida ámbar o coral. Pero el azabache tenía un valor especial siendo el único material del que se realizaba inventario de existencias de la materia prima en bruto sujeto a un control de calidad.
En cuanto a las piezas elaboradas en azabache, las cuentas de collar, santiagos, cruces, abalorios, vieiras, sortijas, higas, etc, evidenciando una triple vertiente tanto religiosa como supersticiosa y ornamental, figuran por varios miles en diversos inventarios y documentos conservados. Lo mismo ocurre con las tallas de tamaño pequeño o mediano. Estos materiales vendidos en Compostela, no solo se realizaban en Santiago, sino que eran numerosos los encargos realizados a artesanos en Asturias y también eran elaborados y vendidos en otros lugares del Camino. En menor escala, y habitualmente por encargo, se fabricaban otro tipo de elementos más elaborados como cruces procesionales, pequeños cofres o esculturas de bulto redondo de mayor relevancia y riqueza artística.
Autora: Andrea Menéndez Menéndez
Artesano en banco tradicional de azabachero.
Autora: Andrea Menéndez Menéndez
Al contrario de lo que se piensa de forma tradicional, el peso de los artesanos asturianos en Santiago fue muy importante. Precisamente el primer inventario de bienes de azabachero que se conserva es el del maestro Gonzalo de Costales, fallecido en Santiago en 1520, apellido emblemático en relación al azabache, con origen en Villaviciosa. En dicho documento se cita a otros dos cofrades de apellidos Quintas también con origen en el Concejo. Por lo tanto es lógico pensar, como ya apuntó tempranamente Valentín Monte Carreño, que si de Asturias venía la materia prima, también el conocimiento sobre su talla, independientemente de que la evolución posterior de una faceta más artística y cuidada sea heredera de la exquisita orfebrería tan arraigada en Santiago. Sin embargo, debido a la íntima relación de Santiago de Compostela con el azabache, se ha llegado a asumir que eran los artesanos gallegos quienes habrían enseñado el oficio a los asturianos. Y en determinados foros todavía hay una idea generalizada de que la materia prima procede de Galicia, donde no existen yacimientos de esta materia prima, llegando a denominarla incluso “piedra gallega”. Asimismo, a pesar de la intensa protección del monopolio santiagués, otros lugares como La Coruña, León o Teruel tuvieron también importante peso en relación al trabajo del azabache relativo al Camino.
Los inventarios de joyas litúrgicas de iglesias, conventos o los testamentos de reyes y nobles nos ponen en la pista por el aprecio que se tenía por este tipo de piezas. Por ejemplo en el testamento de Isabel la Católica se enumeran múltiples piezas de este material entre los que se cita por ejemplo un Santiaguito de azabache guarnecido de oro. Los libros de viajes y otra variada documentación también nos hablan del uso del azabache por parte de las clases populares. En esta línea, Laurent Vital, cronista de Carlos V en su primer viaje a España en 1517, tras su desembarco en tierras asturianas entre otras cuestiones relativas a la indumentaria cita que las mujeres portan al cuello “parternostes de azabache”. Y en los retratos de infantes reales, debido a la alta mortalidad infantil, es habitual ver en los retratos el uso de amuletos, entre ellos la higa de azabache mezclados con elementos que ponen de manifiesto siempre esa doble vertiente religiosa y supersticiosa arraigada en todas las clases sociales a pesar de la persecución de la iglesia a determinadas prácticas.
Detalle del retrato de la infanta Ana Mauricia de Juan Pantoja de la Cruz. Siglo XVII.
El camino sufre un importante retroceso ya a finales del XVI de la mano de cambios políticos y sociales; las oleadas de peste que asolaron Galicia o los cambios de mentalidad de la mano del descubrimiento de América supusieron también el inicio de la decadencia de la industria azabachera en relación al camino que continúa principalmente durante siglo XVII y se agrava en el XVIII. Sin embargo es en estas fechas cuando se realizan algunas de las obras de mayor trascendencia artística, pero el monopolio de Santiago ya no debía ser tan acusado, lo que repercutió negativamente en Asturias, que dependían principalmente de la demanda santiaguesa.
Desde Asturias comienzan entonces a derivar el mercado hacia clases populares con productos más sencillos. A pesar de la progresiva decadencia del sector, en 1604 se funda en Quintueles (Les Mariñes, Villaviciosa) la cofradía de Azabacheros en la desaparecida Iglesia Parroquial de San Clemente que se mantiene en funcionamiento con altibajos aproximadamente un siglo continuando el comercio con Santiago; aunque en el siglo XVIII los principales lugares de venta para los artesanos asturianos eran Asturias y las regiones limítrofes, y principalmente Andalucía y América. Testimonio del comercio con América es la transmisión cultural en cuanto al uso del material y su simbolismo y el hallazgo de múltiples piezas españolas en yacimientos arqueológicos fechables desde el siglo XVI. Algunos de estos artesanos eran a la vez vendedores ambulantes con rutas que realizaban por España y Portugal y también acudían a mercados donde vendían sus productos.
El siglo XIX no supuso grandes cambios en este sentido siguiendo un paulatino abandono del oficio ante una baja demanda de productos. La llegada de Enrique Mayer a Santiago a finales del siglo XIX supuso cierta reactivación de la industria Gallega ligada al Camino que estaba prácticamente desaparecida desde el siglo XVIII.
Por otro lado en torno a 1870 la minería de la zona recibe un nuevo impulso. Este se debe a la muerte del príncipe Alberto de Inglaterra unos años antes. La indumentaria de la reina Victoria hizo que se generalizase el uso del azabache como joya de luto aumentando la demanda.
Detalle de Santiago de azabache de Enrique Mayer (1919)
Museo Catedral de Santiago.
Tomás Noval Solar con algunos de sus hijos a principios del siglo XX.
Fuente: Monte Carreño, V(1986). Azabachería Asturiana. Oviedo
Princesa Louise con varios collares de azabache
El hecho de que el azabache de Asturias resultase más blando y barato impuso una política de importación que puso en crisis al sector extractivo local inglés. Durante 15 años salieron de las minas asturianas entre 40 y 60 toneladas anuales de material con destino a Inglaterra. Desde estas fechas hasta el cierre definitivo de las minas en 1924 hubo diversos altibajos en relación a la demanda inglesa.
El principal almacenista de material era Arturo Lovelace, vicenconsul inglés en Gijón. Una vez cerradas las minas se continuó exportando material almacenado hasta 1929-1930 en los almacenes de la calle Dindurra. (Gijón). Pero no solo se exportó material de Asturias, también procedente de Teruel.
Lovelace se asoció a Tomás Noval Solar (padre de Tomás Noval el llamado “último minero”) y este fue el único intento de industrialización de la minería azabachera en el que se utilizaron algunos medios menos rudimentarios.
Los diarios de explotación de estas minas son una rica fuente de información sobre cómo funcionaba el trabajo minero en relación al azabache citando el número de trabajadores diarios o la labor de mujeres y niños en tareas diversas. Estos datos fueron recogidos parcialmente por Valentín Monte Carreño a cuyo trabajo pionero, debemos el conocimiento actual del sector artesano y minero mariñano.
Tomás Noval Barredo (Oles, 1921 – 2008) siguió los pasos de su padre desde muy joven convirtiéndose así en el llamado último minero. Conocedor de la zona y de las minas realizó su trabajo con herramientas rudimentarias surtiendo a los azabacheros en activo principalmente gallegos y asturianos; en buena medida también con material de las escombreras de desecho de las antiguas minas, lo que ha limitado el tamaño de las piezas a elaborar con materia prima asturiana.
Desde mediados del siglo XX hubo nuevamente un incremento de la demanda del material con un mercado bastante activo en Estados Unidos o Cuba o también en tiendas de Madrid o Barcelona. La reactivación del Camino ya en el último tercio del siglo XX supuso una continuidad de una actividad que ya era considerada en peligro de extinción en los años 70.
Tomás Noval en la mina en los años 80 del siglo XX.
Fuente: Monte Carreño, V. (1986). Azabachería Asturiana. Oviedo
Artesana del azabache Carmen Valdés, con taller en Oles.
Autora: Andrea Menéndez Menéndez
Desde finales del siglo XX el trabajo del azabache se ha mantenido con altibajos. Las tradicionales reivindicaciones del sector han ido cayendo en saco roto y diversos proyectos de puesta en valor fueron fracasando antes de su inicio o cayendo en el olvido. En este sentido fue esencial el trabajo realizado desde la asociación Acebache, cuya principal apuesta por la ansiada apertura de una mina, cuyos trámites administrativos se alargaron una década para terminar en el olvido, supuso un duro varapalo para la asociación y para otros profesionales ansiosos por conseguir material autóctono de calidad y tamaño adecuado. Lo mismo ha supuesto el fallecimiento de personajes tan emblemáticos del sector, como varios reconocidos artesanos, así como el propio Tomás. Aún así no han faltado algunas nuevas incorporaciones al sector que se han interesado por el trabajo con esta materia prima.
En el caso de Asturias la industria se ha ido separando paulatinamente del Camino; pero aunque el interés reside en joyas de diseño diverso, al gusto de todos los públicos y bolsillos, se pueden encontrar aún piezas emblemáticas ligadas a la tradición peregrina, como pequeñas vieiras o cruces de Santiago. Asimismo se mantiene muy viva la presencia de las higas, muy del gusto popular y profundamente arraigadas en el imaginario popular y no solo del norte peninsular. En Galicia, por su relación esencial con el Camino, existe quizás un vínculo comercial más ligado a este que en Asturias, y durante años se ha mantenido una producción de piezas en esta línea, algunas de ellas ya piezas de coleccionista o formando parte de museos; pero sería necesario volver a establecer el íntimo vínculo entre peregrino, Camino, y simbología Xacobea para volver a poner el azabache en el lugar que se merece.
Vieira de azabache realizada por Eliseo Nicolás “Lise”
Autor: Luis Lafuente
Independientemente de los artesanos y joyeros ligados en mayor o menor medida a esta artesanía, la pervivencia de las creencias en torno a esta materia prima están muy presentes en tiendas o negocios de tipo esotérico, donde se venden amuletos protectores o en negocios ligados a la lapido-terapia; tanto en la península como fuera de ella.
Piezas de azabache relacionadas con el Camino de Santiago se conservan hoy en museos de todo el mundo y en colecciones privadas, testigos materiales de esplendores pasados de una industria singular que hoy sobrevive con enormes dificultades, a pesar de todo. Además de las joyas o pequeñas piezas que se cosían a la ropa, como podemos ver en el magnífico traje de romero del siglo XVI de Stephan Praum III, conservado en el Museo de Nuremberg, también son numerosas las piezas localizadas en diversos yacimientos arqueológicos. La peregrinación tenía tanto significado para quien la hacía que era habitual que los peregrinos pidieran ser enterrados con su traje, y accesorios y recuerdos. También se conservan ricas tallas de iconografía jacobea o religiosa en general, testimonio del legado un rico y floreciente patrimonio.
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